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Amadeo, reinterpretando lo mejor de lo nuestro

“Es muy interesante que todas las preparaciones tenían un toque muy tradicional chileno y aunque había detalles contemporáneos, los aromas y al probar cada bocado me pareció evocar otros tiempos”.

Salir de noche por la ciudad siempre ha sido uno de mis más grandes placeres. Caminar por el centro de Santiago o Providencia cuando el sol se pone es transportarse ha un mundo diferente y si eso se corona con una cena increíble, un buen vino y la compañía de gente linda a la que quieres sin duda para mí es la mejor descripción de una noche perfecta, no necesito nada más.

Una de esas noches perfectas la viví hace una semana. Fui a conocer el nuevo bar y restaurante Amadeo ubicado frente a la Plaza Camilo Mori en Barrio Bellavista (Santiago, Chile). La visita tenía como objetivo conocer la nueva carta de invierno del lugar que fue inaugurado en enero de este año.

Le pedí a mi amiga Maga que me acompañara, se emocionó porque hace rato que quería conocer Amadeo -me dijo que todo el mundo hablaba de este restaurante, que era lo más top del momento- y como le encanta la finura pensé que este era el lugar perfecto para ella: elegancia cosmopolita y versatilidad en un mismo lugar.

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Cuando llegamos nos atendieron fantástico, el equipo muy amable y atento a lo que necesitáramos. Me dieron ganas de abrazarlos a todos. Nos sentamos en la mesa con la colega Lore, un amor.

Pero vamos a lo nuestro. Comenzamos la noche con la máxima belleza que me pueden ofrecer en la vida, ostras y espumante. De verdad, si te gustan las ostras y quieres hacer de ellas una experiencia Amadeo es el lugar. Personalmente, me gusta mucho la ubicación del restaurante ya que te permite comer ostras sin tener que cruzar la ciudad. Amadeo tiene una barra de ostras que debes conocer y el precio es bastante aceptable ($ 9.900 la docena).

Luego de esta belleza, llegó el turno de la sopa de cebollas (4.990 pesos chilenos). Me encantó que cada plato tiene una sorpresa, un origen, una historia. Pero claro, era evidente ya que el chef asesor es Francisco Mandiola, famoso por su romanticismo en la cocina. Es de esperar que ponga un profundo toque de amor en cada una de sus creaciones. En el plato, primero venía montada la cebolla con una yema confitada y queso brie. Entonces, uno queda así como pensando ¿y la sopa? Pero no hay que ponerse ansiosa ya que luego, frente a ti, la vierten sobre esa escultura. Todo es tan conmovedor, como les dije una experiencia.

También degustamos las mollejas (5.900 pesos chilenos), sin duda, una de las más blandas que he probado. Van acompañadas con puré de manzanas asadas y sal de naranja. El chef, Álvaro Vega, sí que sabe de tradiciones, es todo un apasionado por los sabores nacionales.

Es muy interesante notar que todas las preparaciones tenían un toque muy tradicional chileno y aunque había detalles contemporáneos, los aromas y al probar cada bocado me pareció evocar otros tiempos. Muy de campo y de esa vida calma que lamentablemente hemos perdido en el mundo actual.

Me pareció romántica y respetuosa la búsqueda de los productos e ingredientes con los que se preparan los platos, de acuerdo a lo que nos contaban todo es exhaustivamente investigado para traer desde el productor de origen. La trucha de Panguipulli, los vinos de Casablanca, el helado de Limache y así suma y sigue.

La Trucha ahumada (que maravillosamente se llama tal cual en la carta, me gusta la simpleza, odio la fanfarronería) se veía muy bien, el aroma llegó primero. Va acompañada de puré de lentejas, verduras glaseadas en miel y lavanda. El montaje me recordó a un paisaje mágico. De verdad, era como una foto de Pandora (Avatar) tomada desde el cielo. Se los recomiendo por el sabor y porque los envidiarán en Instagram.

Como lo mejor siempre va al final, el broche de oro fue el ¡Boeuf Bourgignon! Este es un plato típico francés, el mismo que aparece en la película Julie & Julia. Cuando sentí el aroma y probé el sabor de esa ternera a la cacerola, inmediatamente vinieron a mi mente los veranos en Chimbarongo. Me fui de manera etérea al campo, recordé los momentos de mi niñez, el pasto húmedo de la mañana, el olor de los animales, el oxígeno. La verdad es que me emocioné. Sinceramente, fue como lo que le pasó a Anton Ego en Ratatouille. Solo puedo decirles gracias por la experiencia.

Para finalizar debo contarles dos cosas. Primero no pierdan la oportunidad de probar los Cuchuflis (4.200 pesos chilenos) que vienen acompañados del mejor helado de ulpo preparado en Limache. Y lo otro, DEBEN probar la Quina de Oro, un cóctel que me dejó sin palabras (chancaca, canela, whisky escocés, limón y Pisco Mistral Nobel).

Además de la excelente cocinadebo decir que lo que más me gustó de Amadeo fue su dedicación en la búsqueda de ingredientes y su honestidad en los nombres de los platos, en los precios, en fin. Decir las cosas por su nombre es algo que siempre he valorado y así seguirá siendo. Amadeo no te engaña ni te promete, prefieren sorprenderte.

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