El mundo de la gastronomía quedó de luto cuando se supo la noticia de la muerte del chef Benoît Violier hace unos días. Mientras la policía continúa investigando las causas que apuntan a un suicidio, desde su entorno no se explican cómo alguien tan exitoso en su área y quien fuera catalogado como el mejor chef del mundo pudo tomar esa decisión.
Lo cierto es que este suceso invita a reflexionar sobre la constante presión y estrés que enfrentan los cocineros para alcanzar premios y reconocimientos que sólo se consiguen con esfuerzo.
Situación que se pone más difícil para los restaurantes más prestigiosos, ya que buscan mantenerse siempre en la cima. Sin embargo, esa pasión en la cocina se puede convertir en un calvario.
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Tal es la presión que sienten algunos chefs reconocidos con estrellas Michelin, como un premio a la calidad de sus restaurantes, que renunciaron a éste para ser más felices.
Bernard Loiseau, el estrés lo llevó a dar el primer paso
El primero que dio un paso en este tema fue el chef francés Bernard Loiseau en 2003 cuando se suicidó tras una depresión relacionada a una presión inaguantable por mantener los estándares de calidad de su restaurante con tres estrellas Michelin.
El estrés que le significaba perder una de las estrellas otorgadas por dicha Guía le jugó una mala pasada, pues afectó el estado de su salud y vivía obsesionado con las famosas estrellas.
Marco Pierre White, no quería que lo juzgaran
Otro de los que renunciaron voluntariamente fue Marco Pierre White cuando en 1999 rechazó el reconocimiento de la guía y declaró que no estaba dispuesto a que otros los juzguen sin sus mismos conocimientos culinarios.
En 2005, el francés Alain Senderens también se aburrió de mantener las tres estrellas de su restaurante durante 28 años. Le siguieron Antoine Westremann, Olivier Roellinger y Joan Borras.
Miquel Ruiz, prefirió la modestia
Los más recientes han sido Miquel Ruiz que luego de alcanzar las estrellas en varios restaurantes, se dedica a la cocina en un modesto bar de Denia en España. También se sumó Julio Biosca en 2014 cuando pidió que se le retirara la estrella de su restaurante Casa Julio que ostentó desde 2009.
Así es como algunos chefs han renunciado a lo que para otros se traduce en prestigio, reconocimiento y más clientela. El problema no recae en la Guía Michelin propiamente tal, sino que en el mundillo que la rodea donde el ego y la ambición entran a jugar.
Además, las exigencias que significan mantener los estándares de calidad demandan un servicio impecable en todos los sentidos, conllevando sacrificios que le pasan la cuenta a la salud y al tiempo dedicado a la familia.