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Qué ocurre al consumir mucha o poca sal

Los efectos de consumir poca sal o mucha sal… ¿los tenemos claros?

Hemos abordar las repercusiones para la salud, tanto desde la vertiente más habitual para los nutrientes, es decir la de su carencia, como en este caso particular es de mucho interés el consumo abusivo.

Si consumimos poca sal

Las carencias de sal por bajos aportes de este elemento (el sodio) no suelen ser frecuentes, a menos que se haya prescrito una dieta rigurosamente baja en sodio. Tampoco una elevada sudoración es motivo suficiente para suplementar la dieta en sodio. No obstante, en condiciones extremas de sudoración profusa y persistente, o por traumatismos, o por diarreas crónicas, o por afecciones renales con la imposibilidad de retener sodio en el riñón, puede producirse un fuerte descenso de los niveles de sodio en el organismo que incluso pueden requerir atención médica. En estos casos aparecen síntomas como dolor de cabeza, náuseas, vómitos, pérdida del apetito, atrofia muscular, pérdida de peso, hipotensión y membranas mucosas resecas.

Si nos pasamos consumiendo sal

Una ingesta excesiva de sal puede ocasionar un incremento del volumen extracelular, debido a la salida de agua procedente del interior de las células para mantener la concentración de sodio (ósmosis). Los síntomas característicos de esta situación son el edema y la hipertensión.

Esta ingesta masiva de sal no ocasiona excesivo problema si se tiene agua a disposición del individuo y si la función renal no está afectada. En cualquier caso no es usual esta ingesta masiva de cloruro sódico a partir de los alimentos, siendo lo normal una ingesta de esta sal moderadamente alta, pero a la vez reiterativa y cotidiana, y este efecto acumulativo es el que puede traducirse en problemas de hipertensión en personas con predisposición.

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